Rojo con blanco
Un hombre fue a un hotel y se dirigió hacia la
recepción para pedir un cuarto en el cual hospedarse. La mujer que atendía le
dio su llave y le indicó que en su camino habría una puerta no enumerada y
asegurada de un cuarto al que nadie tenía permiso de entrar. Le explicó que era
un almacén de acceso restringido, y se lo recordó en distintas ocasiones antes
de permitirle subir. Él obedeció las instrucciones de la recepcionista yendo
directo a su habitación; sin embargo, la insistencia de la mujer había despertado
su curiosidad. La noche siguiente caminó el trayecto hasta ese cuarto e intentó
girar la perilla. Como le dijeron, cerrado. Se agachó y miró por la rendija.
Lo que vio fue una habitación de hotel no muy
diferente a la suya, y en la esquina de esta a una mujer cuya piel era
increíblemente pálida. Estaba recargada en la pared con su cabeza entre sus
rodillas. El hombre la observó por unos minutos; estuvo a punto de tocar, pero
decidió no hacerlo. La mujer alzó su mirada de súbito, y él se retiró de la
puerta, evitando que cayera en cuenta de su presencia. Se alejó de la puerta y
volvió a su habitación, confundido.
Al día siguiente, regresó a la puerta y miró por la
rendija. Esta vez solo veía rojo. No podía distinguir nada más que un color
rojo apagado, inmóvil. Pensó que tal vez quienes dormían en el cuarto sabían
que los espió la noche anterior y probablemente taparon la rendija con algo
rojo. Se sintió avergonzado de haber hecho sentir a la mujer tan incómoda.
De cualquier forma, el sujeto decidió consultar a
la recepcionista. Tras un gentil suspiro, ella preguntó: «¿Viste por la
puerta?». Él le dijo que sí, y la recepcionista continuó: «Bueno, supongo que
puedo contarte la historia. Hace mucho tiempo, un hombre asesinó a su esposa
ahí. Descubrimos que, incluso hasta la fecha, las personas se incomodan al
alojarse en ese cuarto. Pero esta pareja no era ordinaria. Su piel era
completamente blanca, excepto por sus ojos, que eran rojos».
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