Los Gigantes De Los Urales
En la
República de Komi, situada en la frontera entre Europa y Asia, hay unas
impresionantes formaciones rocosas de 200 millones de años de antigüedad y más
de 40 metros de altura, conocidas como Man-Pupu-Nyor (cuya
traducción es “La pequeña montaña de los Dioses”), a unos 220 km del poblado
habitado más cercano. Estas maravillas naturales tienen su propia leyenda, la
de la tribu de los Mansi, que habitaron estas tierras desde tiempos
remotos. Se dice de los Mansi que sus miembros poseían la fuerza de un oso y la
velocidad y agilidad de un ciervo, y eran tan expertos en la cacería como
hábiles en la elaboración de prendas con pieles.
Según
cuenta la tradición rusa, en la montaña de Yalping residían los espíritus
ancestrales, que prestaban ayuda a los Mansi debido a la sabiduría de su líder
(Kuuschay) y su respeto por el mundo espiritual. Kuuschay tenía esposa,
dos hijas y un hijo, pero sobresalía una de sus hijas por su hermosura y
esbelta figura.
Un buen
día se encontraba Torey, uno de los gigantes que habitaban
las montañas, oyó hablar de la extrema belleza de la hija de Kuuschay, fue a
ver a éste para exigirle la mano de la muchacha, petición que su padre rechazó
de inmediato. Sintiéndose ofendido, el gigante marchó en busca de sus hermanos
con la intención de volver y asediar el pueblo hasta que la joven le fuera
entregada.
Cuando el
gigante retornó todos los miembros de la tribu se encontraban en el poblado,
excepto Pygruchum, el hijo de Kuuschay, y un grupo de cazadores.
Durante un día entero los Mansi resistieron el furioso ataque de los gigantes,
pero viendo que pronto serían superados, el líder invocó a los espíritus de los
ancestros para que les ayudasen, rogándoles además la vuelta a casa de su hijo.
Súbitamente,
una espesa y negra niebla envolvió el poblado de los Mansi, a la par que los
rayos comenzaban a iluminar el cielo, pero esto no frenó a Torey, que se
abalanzó con su enorme maza contra Kuuschay, quien logró escapar del golpe en
el último momento. Ante la confas.usión y el hecho de no ver nada con claridad,
los gigantes decidieron esperar a que se disipase la tormenta para poder
terminar su trabajo, pero los Mansi aprovecharon este tiempo para escapar del
lugar dirigiéndose a unas montañas cercan
Cuando al
día siguiente la niebla comenzó a difuminarse, Torey y sus compañeros
contemplaron con sorpresa que, no sólo se habían escapado los Mansi, sino que
Pygrychum, el hijo del líder, se dirigía hacia ellos comandando un ejército de
guerreros. En su mano, portaba dos armas bendecidas y entregadas por los
dioses, un escudo y una espada. Aquellos gigantes que contemplaban el brillo de
la espada fueron notando como sus miembros parecían no responder, y sus
movimiento se hacían cada vez más lentos. Mientras tanto, una intensa luz fue
envolviéndolos a todos, gigantes y humanos, hasta que de pronto y en medio de
un estruendoso trueno todo terminó.
Ante la
sorpresa de los guerreros Mansi, los gigantes se habían transformado en piedra
y con ellos también el valiente Pygruchum quedó petrificado. Desde aquel día
sus figuras permanecen inamovibles y solitarias entre montañas, y dice la
leyenda que aun se pueden encontrar por los alrededores los trozos de roca
pertenecientes a la fortaleza destruida por Torey.
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